jueves, 29 de marzo de 2018

Crítica: “The art of running in heels”, de Rachel Gibson


Una nueva entrega de los Chinooks, entretenida y olvidable.
Avon, 26-12-2017

DATOS GENERALES

Título original: The Art of Running in Heels
Fecha de publicación original en inglés: 26 de diciembre de 2017
Subgénero: contemporánea

Parte de una serie: 7.º de los Chinook

NO TRADUCIDA AL ESPAÑOL

SINOPSIS

Correr con taconazos de más de doce centímetros es una forma de arte…

Dejar a tu novio plantado en el altar mientras la televisión lo transmite en directo es un desastre. Lexie Kowalsky pensaba que estaba preparada para casarse en frente de millones de espectadores, pero en el último momento huyó del plató del reality show de moda, Gettin’ Hitched. Luciendo un esponjoso vestido de novia blanco y un par de deslumbrantes zapatos de más de doce centímetros, Lexie salta a un hidroavión de flotadores con destino a Sandspit, Canadá. Se imagina que nadie la encontrará allí. Pero se equivoca.
Compartiendo vuelo con ella está la mayor estrella de los Chinooks de Seattle, Sean Knox. Lexie no es sólo una novia a la fuga de un reality-show, es la hija de su fastidioso entrenador. Es caos y tentación y definitivamente le está prohibida, pero al liberar su delicioso cuerpo de ese traje de novia, no puede resistir llevársela a su cama por una noche alucinante.
Luego una foto de Sean y Lexi aparece en internet – y de repente los dos se ven envueltos en un enloquecido plan para darle un giro positivo a toda la historia. Pero no puedes huir del amor…

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
Eh… no. La he leído por aquello de que Rachel Gibson es una de mis autoras favoritas y poco a poco me estoy leyendo los libros suyos que me faltan. Como me leí todas las novelas de los Chinooks, pues me apunté esta también.

CRÍTICA

Rachel Gibson vuelve a su serie emblemática de los Chinooks, con la historia de la hija de quienes protagonizaron la primera, Simplemente irresistible.
Y el planteamiento de la historia es muy parecido a aquel: una novia a la fuga y un deportista profesional que le ayuda a salir de su demencial vestido de bodas.
Georgeanne Howard y John «el Muro» Kowalsky tuvieron un secret baby: esta Lexie que ahora, ya crecidita, se dedica a diseñar ropa y otros accesorios para perros. Tiene un negocio por internet que va bastante bien y ahora va a abrir su primera tienda de verdad.
Justo al principio de la novela, vemos a Georgeanne y John, en su apacible cama matrimonial, viendo la tele, se anuncia un reality show de esos de varias mujeres luchando por hacerse con la mano del soltero de turno.
(Un poquito bastante chabacano, la verdad, porque tiene lugar en una especie de granja donde las pruebas que tienen que hacer las pretendientes son bastante rústicas.)
John se pone a criticar el reality, hablando mal de las jóvenes que participan en ellas y dudando de que los padres las educasen bien. Pero,… ya se sabe que cuando uno tiene hijos, más vale callarse, porque… John y Georgeanne descubrirán que una de las participantes es, precisamente, su hija Lexie.
La idea de Lexie es estar un poquito en el programa, hacer publicidad para su negocio y luego que la echen. Pero tiene un problema: es súper competitiva. Es de las que no aguanta que la ganen ni a las chapas.
Así que acabará ganando el reality, que incluye boda pública y retransmitida en directo, con una vestimenta de lo más hortera: taconazos deslumbrantes con tanta lentejuela que llevan, y un vestido de novia que es un puro merengue.
En el último momento, Lexie, simplemente, no puede hacerlo. Se escapa corriendo en sus tacones de más de doce centímetros y acaba en un hidroavión camino de Canadá.
Solo hay otro viajero, que obviamente no es un vejestorio que va a pescar, sino un tipo sexy y mazao más que dispuesto a ayudarla a salir del chantilly.
Lexie y Sean en seguida conectan el uno con el otro. Esos días que pasan juntos en Canadá les hace intimar en varios sentidos, aun no conociéndose demasiado bien. Mientras que todo el país busca desesperadamente a esta «novia a la fuga», ella se refugia en esta localidad canadiense en buena compañía.
Evidentemente, Sean la ha reconocido al instante.
En cambio, ella está in albis. No tiene ni idea de quién es él, y Sean oculta tan discretamente de qué vive, que ella acaba pensando que debe ser espía o algo así.
Porque el problema está en que Sean Knox no es precisamente una de las personas favoritas de su padre. Estuvo en contra de que lo fichasen los Chinooks. Opina que es uno de esos deportistas excesivamente preocupados por el fluir de su pelo.
Y es que Sean está tremendo, es muy atractivo y lo sabe. Eso no le impide liarse a mamporros –como parece propio de los jugadores de hockey–, con quien sea. Para Sean, el deporte da sentido a su vida, un poquito caótica.
Consigue ser tan frío como el hielo sobre el que patina. Sólo así puede ser el mayor goleador de la NHL. No necesita a una mujer tan anárquica e imprevisible como Lexie, que le lía en una cosa y en otra, sin que él quiera. Lexie tiene un negocio que salvar, porque eso de dejar plantado al «novio de América» no le ha hecho ganar buena fama, precisamente. Y arrastra en sus planes alocados al pobre de Sean.
Sí, el sexo entre ellos es algo fantástico, pero no le merece la pena complicarse la vida con la hija de su entrenador.
Sean es de esos protagonistas que caen muy bien. Es un hombre centrado, un deportista profesional que lo mismo está hoy con un equipo que mañana con otro, y la temporada que viene puede estar con un tercero. Le contratan para meter goles y eso es lo que hace. Necesita orden en su vida, pues la infancia con una madre hipocondriaca fue difícil e insegura.
Por su parte, Lexie me pareció un poquito… irritante. Me costaba tomármela en serio. Todo en ella me parecía ridículo. Desde su mascota, uno de esos perros enanos sin pelo, hasta su negocio de vestiditos para perros (algo que siempre me ha parecido lo más tonto y denigrante del mundo para los animales), pasando por su idiota idea de meterse en un reality para obtener publicidad gratis.
Es un personaje que tiene que madurar. Al final, sí parece estar un poco más equilibrada, pero tengo mis dudas. No es que caiga mal, pero es una chica más bien poco seria.
Así que esta novela me entretuvo, pero sin entusiasmo. Igual es porque no me gustan los realities, es un tipo de televisión que no entiendo. Las escenas que aluden a ello me fascinan y horrorizan como si estuviera viendo un accidente de tráfico. Lexie pone en almoneda su intimidad de forma que todo el mundo opina de ella, sin conocerla realmente. Aunque pretendan lo contrario, los realities también son ficción y lamentablemente acaba repercutiendo en la vida real de sus intérpretes, porque la gente se los toma en serio.
Ha sido una lectura con sus momentos de humor, y otros muy sexis, como es propio de la autora. Es verdad que luego, pasados unos días, te acordarás de pocas cosas, algunas imágenes aisladas, como la de una novia a la fuga corriendo para subirse a un hidroavión, o la foto sexy de estos dos comiéndose el alma contra una puerta,…
En resumen: como la mayor parte de las novelas de Rachel Gibson, resulta ligera, sin demasiadas complicaciones y fácil de leer.

Valoración personal: agradable, 3

Se la recomendaría a: los aficionados a la novela contemporánea ligera, sexy y con toques de humor. ¡Ah, y a los fans de realities!

Otras críticas de la novela:

Sólo he encontrado críticas en inglés, y son de lo más variadas. A unos les encanta y a otros les decepciona. Vedlo por vosotros mismos:
5 corazones en Romance junkies.
4 corazones le dan en I heart romances & YA.
3 ½ estrellas, para Harlequin Junkie.
Em Wittmann la califica con una C en All About Romance.
Una nota de C- le casca C2 en The Good, the Bad and the Unread. y viene a decir que se trata de un libro que te hace sentir vieja en plan «yo vi enamorarse a tus padres» y «los protas son unos críos, y ¿de qué demonios están hablando?».
Carrie S, en Smart Bitches Trashy Books, le pone todavía menos, una D

No hay comentarios:

Publicar un comentario