domingo, 11 de junio de 2017

Crítica: “Sweet Anger”, de Sandra Brown



Tópico harlequinero: de enemigos a amantes.
Warner Books, enero 1999
Diseño de portada: Jackie Merri Meyer
Tipografía: Carl Dellacroce


DATOS GENERALES
Título original: Sweet Anger
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha de publicación original en inglés: mayo de 1985
Serie: Silhouette Intimate Moments (SIM) – 93 / Silhouette Sensation (SEN) – 88
Pseudónimo: Erin St. Clare

SINOPSIS
Para la periodista televisiva Kari Wynner, la culpa de su vida rota la tiene un hombre: el fiscal del distrito Hunter McKee. No provocó la muerte de su esposo, pero McKee había manchado su reputación.
Su marido, mucho mayor que ella, era su héroe. McKee lo presentó a los medios como un ladrón, y luego osó enviarle rosas para disculparse por herirla. McKee afectaba a sus reportajes y ponía en peligro su trabajo. Peor aún, el deseo que explotaba cada vez que se encontraban perturbaba su paz interior.
Ahora, mientras el escándalo crecía a su alrededor, Kari empezó una búsqueda desesperada de la verdad sobre su marido fallecido… y sobre un hombre al que ella quería odiar, pero con el que se siente salvaje, apasionadamente enamorada.

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
Mira, pues esta en concreto sí que estaría entre las diez mil (más o menos) mejores novelas de romántica. Más de un lector considera que es de sus favoritas.

CRÍTICA
El argumento de la trama recuerda un poquito a Temptation’s Kiss, y también tiene a una de esas periodistas que de vez en cuando aparecen en las novelas de Sandra Brown, tanto en las genéricas de los ochenta como en otras de suspense. Ya vimos un poco de este perfil en La entrevista.
Suelen ser mujeres que proceden de familia del sector (padre o esposo, en este caso, el padre), con un mecenas masculino (suele ser su jefe) hecho un desastre, bebedor, fumador y estresado. Su trabajo tiene que ver con la trama, normalmente porque ha metido la pata, o va a meterla.
Kari es una periodista de televisión casada con un hombre mayor que ella. Pero mucho, claro que como él es empresario, político local y forrado que te churras, tenemos que aceptar que está enamorada de él y todas esas cosas. Lo siento, soy muy escéptica respecto a amores con semejante diferencia de edad.
La cosa es que se supone que está felizmente casada cuando su marido muere en un accidente. Queda destrozada, hundida. Y encima coincide en el tiempo con una investigación del fiscal del distrito sobre corrupción municipal, en la que estaba implicado el marido y otros dos colegas. Ella, por supuesto, se niega a creerlo, y todo su odio se vuelca contra el fiscal que le dice cosas que ella no quiere oír.
Claro que a veces se lo dice en el tribunal, con todo el mundo delante, jurado incluido, y ella declarando como testigo, lo cual suena,… no del todo profesional. Algunas de las preguntas que le hace yo no veo muy bien qué sentido tienen cuando el señor ya está muerto y no es él a quien enjuician, pero bueno… La cosa es que sirve para darle un dramatismo de culebrón al momento.
Como su marido está muerto y ya no hay conflicto de interés, Kari vuelve a las noticias municipales (que en su momento tuvo que dejar, y dedicarse a los espectáculos). Por cierto que me encantó, esa cultura que es sobre todo anglosajona, en particular estadounidense, de evidenciar los conflictos de interés. Si hay algo que pueda influir en lo que dices o haces en tu trabajo, tienes que advertirlo. Por ejemplo, cuando lees una review te suelen decir si compraron el libro o si se lo han regalado a cambio de una “crítica sincera”. Algo que aquí no te suelen advertir en los blogs de romántica; sólo así me explico su entusiasmo por tanto pestiño.
Los conflictos de interés hay que advertirlos, porque si no acabas desconfiando de todo: ¿este lo dice porque hay un estudio serio detrás o porque le han pagado por decirlo? Si hay un estudio que dice que la cerveza es saludable, mejor que te digan que lo ha pagado una asociación de empresarios cerveceros, ¿no? Para saber a qué atenernos. O si te encuentras el logo de determinada asociación pediátrica en el envase de un producto procesado y con tanto azúcar como las galletas, es razonable preguntarse si alguien cobra dinero por dejar que aparezca su símbolo en determinados productos de los que abominan los dietistas nutricionistas.
Como vengo de una sociedad en la que el amiguismo es ley y lo del “conflicto de interés” suena a chino, me encanta cuando veo ese escrúpulo en estas novelas que tanto desprecia la gente. Y es que, además, las novelas románticas no hacen supuesto de la cuestión, lo asumen como lógico y democrático, lo cual es admirable. Si mi marido (u otro familiar o un amigo o mi jefe o mi financiador) está implicado directa o indirectamente en aquello sobre lo que debo informar, me tengo que abstener, ¿no?
Sí, igualito que tantos “periodistas” y “opinadores” españoles. Vamos no hace falta que de nombre de esos prodigios de imparcialidad, ¿verdad?
Dejando eso a un lado, hay que reconocer que luego Kari no se porta de manera del todo profesional. Aprovecha su posición para atacar a Hunter, el guapo fiscal del distrito. No es que mienta, pero siempre da una versión poco amable cuando él, simplemente, hace su trabajo.
Hombre, es verdad que alguna cosa que hace este señor es bastante criticable, como pedir pena de muerte para un menor de edad, algo totalmente chocante para los que vivimos en otra cultura jurídica y de derechos humanos.
Hunter procura guardar las distancias porque, de hecho, ella lo tiene loco. Se obsesionó con Kari antes de conocerla en persona, cuando estaba investigando a su marido. No puede evitar besarla apasionadamente cuando la ocasión viene al caso, y no siempre pidiendo permiso primero, si he de seros franca. Kari, como es una de esas “de enemigos a amantes”, muy a su pesar, acaba devolviéndole los besos.
Llegará un momento en que ella se pase de la raya y tenga simplemente que hacer un alto en el camino para reconsiderar su vida, la de su marido y sus verdaderos sentimientos por Hunter. El macizorro fiscal estará ahí, por supuesto, esperando pacientemente a que a ella se le pase ese odio feroz por él.
No recordaba mucho de esta novela cuando me he puesto a releerla, lo que significa que es (literalmente) poco memorable. Sin embargo, debo reconocer que me lo he pasado bien. El tópico de enemigos a amantes es uno de mis favoritos. Además, tengo debilidad por temas de juicios (abogados o fiscales) o de periodistas, una debilidad que tengo, qué le vamos a hacer. Para ser de los ochenta, Hunter es -en líneas generales-, alfa pero respetuoso, con paciencia, cariño, y momentos de ternura; sabe contenerse a pesar de los no siempre justificados ataques de Kari.
Por eso, sin ser nada del otro mundo, puedo decir que la disfruté y que para mí, sí pasa el corte. Se puede leer aún con placer, siempre que tengas muy presente que es una novelita corta y que fue publicada hace más de treinta años.
 
Silhouette, mayo 1985
Valoración personal: buena, 3

Se la recomendaría a: fans del tópico enemigos a amantes y de la Primera Enmienda.

Otras críticas de la novela:
Ya he dicho que es difícil encontrar críticas de libros tan antiguos.
Sinopsis detallada o breve reseña en All Readers.
Hombre, siempre está esta página indonesia dedicada al “Harlequin Romance” por si alguien habla ese idioma. Veo que su valoración coincide con la mía, 3 corazones, en lo que era la primera crítica que hacía de Sandra Brown en su blog, aunque es una novelista a la que lee mucho, dice.
Y añado, al final, la que nunca falta: Good Reads.
Como de costumbre, si alguien conoce alguna otra crítica de la novela, en inglés o español, siéntase libre de enlazar abajo.

2 comentarios:

  1. Gracias por tu crítica. Aquí en Argentina, el tema de "conflicto de intereses"... bueno, igual que en España parece.

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    1. Pues ya lo siento que tengamos que compartir esa "peculiaridad sociológica", porque el amiguismo no deja de ser otra forma de corrupción.

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