domingo, 14 de mayo de 2017

Crítica: “Bittersweet Rain”, de Sandra Brown



Tópico harlequinero: segundas oportunidades
Warner Books, enero 2000
Diseño de portada: Jackie Merri Meyer
Fotografía: Herman Estevez
Caligrafía: Carl Dellacroce

DATOS GENERALES
Título original: Bittersweet Rain
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha de publicación original en inglés: diciembre de 1984
Serie: Silhouette Intimate Moments (SIM) – 76, Silhouette Sensation (SEN) – 142
Pseudónimo: Erin St. Claire

NO TRADUCIDA AL ESPAÑOL

SINOPSIS (de la contraportada)
Caroline Dawson sobrevivió a los cotilleos de la ciudad que se burlaba de ella. Sobrevivió al lento declinar de Roscoe Lancaster, el hombre más rico del condado, su esposo, treinta años mayor que ella. Pero mucho se teme que no sobrevivirá a Rink Lancaster, el hijo de Roscoe. Años antes de casarse con Roscoe, siendo Rink y Caroline adolescentes, fue Rink quien le descubrió el amor –y luego le rompió el corazón. Ahora Rink ha regresado, convertido en todo un hombre. Dice que quiere arreglar las cosas de su padre. Pero impulsado por una tormenta de emociones tan innegable como antes y más peligrosa que nunca, lo que realmente es ajustar cuentas con Caroline.

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, la compré en su día sólo porque era de Sandra Brown. Pero a mí me parece que es de las que rescataría de aquella época.

CRÍTICA

Con Bittersweet Rain acabo el año 1984 de Sandra Brown. Y es un buen remate, porque nos encontramos con una novela un poco más larga y compleja de lo que es habitual en estos romances genéricos tipo harlequin.
Los que no somos de Estados Unidos, ni hemos visitado ese país, tenemos una imagen del Sur muy de película. Desde las versiones cinematográficas de las obras de Tennessee Williams (en particular Un tranvía llamado Deseo y La gata sobre el tejado de zinc) al Arde Mississippi o El corazón del ángel, ambas de Alan Parker. Así que te quedas un poco con la idea de un lugar exagerado, con pasiones tremendas bullendo bajo la superficie de una educación que intenta ser exquisita, junto a un racismo insultante e insoportables desigualdades sociales.
Pues algo así es esta novela: arrebatada e intensa como un culebrón, en un ambiente sofocante.
Caroline Dawson era una muchacha blanca y pobre (White trash que le dicen allí). A los quince años, se encontró en el bosque con su príncipe encantado, Rink Lancaster, recién salido del instituto. Rink vivía en un palacio, The Retreat. Nació entre ellos un cálido amor adolescente, con besos y otras ternezas relativamente inocentes. En su mundo secreto, se gustaban tanto, que Rink llegó a decir a su padre que había conocido a la muchacha con la que quería casarse, aunque sin decir quién era ella.
Sin embargo, Rink tuvo que casarse, de penalti, con una chica de buena familia, y se largó del pueblo. Caroline quedó con el corazón roto.
Se esforzó para estudiar y poder ganarse la vida honradamente. No quería ser siempre la hija del borracho del pueblo. Acabó casándose con Roscoe Lancaster, el padre de Rink, un hombre que podría ser su abuelo y que la llevó a vivir a su palacio soñado, The Retreat. Le ofreció una seguridad económica que nadie que no haya vivido en la pobreza tiene derecho a criticar. O, al menos, así lo ve ella.
Todo esto te lo van contando en flashbacks, porque la historia en sí comienza cuando a Roscoe le diagnostican un cáncer en fase terminal. Pide que avisen al hijo pródigo, así que Rink aparece de nuevo, doce años después. Se comporta fríamente con su padre, y desprecia a Caroline. Pero, al mismo tiempo, no pueden evitar sentirse atraídos el uno por el otro, algo que combaten con todas sus fuerzas.
Mucho drama sureño después, logran su final feliz, pero para entonces han tenido que superar sus propias debilidades.
Para ser un Silhouette, me pareció una novela bastante ambiciosa.
Recrea el ambiente húmedo y cálido a orillas de un río, una ciudad pequeña con todo el mundo controlando lo que hace el resto, y la finca del hombre más rico del lugar, con una casa grandiosa objeto del afecto o deseo de los protagonistas.
Me recordó un poco a otras novelas de Sandra Brown como la primera, Love’s Encore y, sobre todo, Odio en el Paraíso. Como en ellas, hay un anciano moribundo, aunque el carácter de Roscoe está lejos de ser el benevolente anciano de la primera y se aproxime más al segundo. Un casoplón que es como un personaje más. Como en la segunda novela mencionada, hay un negocio familiar que mantener, en este caso, una desmotadora de algodón, un anciano en el hospital enemistado con el héroe de la novela, así como unos protagonistas que proceden de clases sociales muy diferentes. Y tiene algo también de Cuando el río suena, también.
Encontramos en esta novela el añadido de una historia de amor bastante dulce entre personas de alguna forma más vulnerables. Laura Jane, la hermana de Rink e hija de Roscoe, una muchacha a la que le falta un hervor se enamora intensamente de Steve, un trabajador de la finca que, a su vez, es veterano de la guerra de Vietnam, ha perdido media pierna y está a la defensiva con el mundo entero. La confianza que pone en él Caroline le da la oportunidad de encontrar algo de paz y el amor de Laura Jane.
Hay otras historias secundarias de sentimientos profundos y rencores, que enriquecen la novela hasta crear una especie de tela de araña algo opresiva que impide a Caroline y Rink disfrutar de su final feliz demasiado pronto.
Sí, reúne un montón de tópicos de romántica, pero de los que siguen funcionando: amores adolescentes que se reencuentran años después (uno de mis favoritos), un triángulo clásico (el joven y viril heredero que se siente tentado por la jovencísima madrastra), el cliché niño rico-chica pobre... La historia plantea algunas dificultades, al fin y al cabo, la niña pobre se casa con el viejo rico por dinero, posición, estabilidad; y el chico rico se casa con una de su clase social, embarazada, y se marcha sin volver la vista atrás. Ni Rink ni Caroline han sido perfectos e irreprochables, y en ello radica parte de su atractivo, porque tienen que aprender a superarse a sí mismos antes de conseguir su final feliz.
Caroline es siempre fría y elegante, intentando contenerse para no dejar de ser una señora pese a todas las provocaciones de su anciano marido y su fogoso hijastro. Y Rink tiene la mecha muy corta.
En conjunto, es un romance genérico Silhouette más ambicioso que la media. Más largo también, que en mi opinión ha superado muy bien el paso del tiempo.
Lo dicho: profundo, espeso como la melaza, un ambiente sureño a lo Tennessee Willliams de personajes torturados por sus pasiones.
… O un culebrón ochentero con giros, maquinaciones malvadas, besos apasionados y hasta una torta bien dada a un hombre insultante.
Si entras en el juego, la disfrutas. Si no, te parecerá viejuna e insultante.
Es de las que pasan el corte (holgadamente) y que Harlequín haría bien en traducir, si es que alguna vez repasa la bibliografía de Sandra Brown en busca de cositas que merezca la pena rescatar.
Silhouette, dic-1984

Valoración personal: buena, 3

Se la recomendaría a: los amantes de novelones apasionados de ambiente sureño.

Otras críticas de la novela:
Ya he dicho que es difícil encontrar críticas de libros tan antiguos.
Siempre tenemos, claro Good Reads, donde la media es 3.64.
Debby’s Book Bag le dio 3 sobre 5 apples.
Breve reseña en AllReaders.com.
Siempre tenemos la crítica en indonesio de Widy Bookie, le pone tres estrellas.
Si alguien conoce alguna otra crítica de la novela, en inglés o español, siéntase libre de enlazar abajo.

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